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Hikaru veía con horror cómo Ayame se volvía distinta a como la conocía de antes. Las primeras gotas carmesí ajenas comenzaban a manchar el suelo, ante su absoluta tranquilidad. Ella imaginó cómo desmembraba a Raito, y vio satisfecha cómo se volvía realidad.

Las primeras lágrimas de miedo y dolor salían de la dura mirada de Raito al ver cómo perdía su brazo izquierdo.

- ¿¡PERO TÚ QUIÉN MIERDA ERES!?

Los profesores salieron e intentaron mantener el orden, pero nadie podía parar a aquella máquina de matar. Mataba por venganza ajena, por calmar un dolor ajeno que ni ella soportaba. Era demasiada fuerza la que había sentido al llegar a casa de Hikaru.

Y ahora la estaba liberando por él.

Markus se envalentonó ante aquella chica, pero no sabía que corría hacia una muy posible muerte.

Cuando estuvo a menos de tres pasos de ella, Hikaru se interpuso para defenderla. Pero el puñetazo que recibió por parte del matón le hizo explotar.

- Como te acerques un paso más a Ayame, te juro que te arranco la cabeza y la cuelgo.

Ayame, en un susurro, le dijo:

- Tranquilízate y ponte detrás de mí. Yo me encargo.

Hikaru, con algo de miedo por su amiga, hizo lo que le había pedido. Markus, lleno de odio hacia Ayame y furioso porque Raito se estaba desangrando sin remedio, se abalanzó hacia ella. Pero sin inmutarse, ella le paró en seco y su pierna fue doblada hacia atrás de forma brusca. Todo lo hacía sin mover un solo músculo de su cuerpo. El cómo lo hacía era desconocido.

El grito de dolor de Markus no se hizo esperar, y Ayame siguió con la masacre ante el terror de todo el patio y los profesores, que estaban como locos llamando a la policía y a la ambulancia.

Ella desgajó la pierna de Markus, mientras algunas en el patio lloraban y se acurrucaban junto a sus amigas para no ver semejante carnicería. Aquello las marcaría para siempre.

Ambos estaban tendidos en el suelo, y las fuerzas se le escapaban a la vez que su sangre iba tiñendo el suelo del patio de un color rojo fuerte. Ella sonreía sádicamente, mientras Hikaru, protegido bajo la sombra del árbol, sentía cómo su corazón se aceleraba inexplicablemente al verla a ella y la sangre que hacía salir. Notó también cómo enrojecía, y sus manos comenzaban a sudar y a temblar.

Como movido por un resorte, y tragando saliva, agarró la mano de Ayame y juntos salieron corriendo en dirección a casa, mientras los coches de policía y dos ambulancias iban llegando al lugar de los matones que ahora agonizaban, con pocas esperanzas de sobrevivir.

Al rato llegaron, con el corazón de ambos a punto de explotar.

- Ayame... sube... al cuarto...

Ella, todavía salpicada con la sangre que acababa de sacar salvajemente, fue notando cómo se mareaba. Fue un milagro que llegase a la habitación antes de desmayarse sobre la cama.

Aquella energía había sido demasiada para liberarla de inmediato. Y lo peor es que no se había sentido mal por casi matar a dos personas totalmente ajenas a ella, pero que hacían que el corazón de Hikaru se sintiera pequeño y gris.

Gēmu kinshi/Cap.8: "No puedo más..."
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